lunes, 26 de enero de 2009

Engranajes


Llegada la noche, La máquina de la Diversión se ha puesto en marcha. Los engranajes comienzan a moverse, sin siquiera pensarlo. El operario agrega un brebaje cuasi mágico, alcohol, y las piezas se desinhiben, moviéndose a mayor velocidad, rozándose unas a otras. Así empieza… luego, algunas, extasiadas por la pócima, se sacuden violentamente: se salen de su cauce, y se golpean mutuamente. No hay problema: después de todo quedan muchas piezas mecánicas aún. Y las que subsisten, siguen cumpliendo su propósito, girando y girando, divirtiéndose a cualquier costo. A la mitad de la noche, algunos –la mayoría, por cierto – de los engranajes comienzan a acercarse, a moverse acompasadamente, sensualmente, acariciándose. Se ponen en contacto, sacan chispas con sus roces, pero sin embargo, no se entienden, no se conocen: después de todo, son sólo piezas frías de metal. Ya rayando el alba, casi todos los engranajes están oxidados, mellados, quebrados (o, quizá incluso, rotos definitivamente en el frenesí de la diversión). Terminó su turno de trabajo, y están algo desorientados. Se preguntan qué pasó, dónde están, qué hora es, que hicieron… Pero lo que nunca se preguntarán es por qué hacen exactamente lo que el operario, a través de la Máquina, les indica… A la noche siguiente, todo vuelve a comenzar.

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