viernes, 14 de agosto de 2009

Cuestión de orgullo

Si alguien me ofreciera una sustancia, píldora, brebaje, humo (lo que sea) que afectara mi forma de actuar y me permitiera hacer lo que no me sale en mi estado natural, lo mando a la mierda. Para mí, es un acto de cobardía sumergirse en una botella para ser "divertido". Porque tengo que tenerme muy poca estima para necesitar del alcohol con el objetivo de socializar. Tengo que ser muy débil para no intentar ser divertido sobriamente. Que pobreza tener que someterse a los influjos de la droga o el alcohol para disfrutar de un momento: El disfrute pasaría a convertirse en un objeto, y se encontraría por fuera de los sujetos. La diversión es el estimulante, y no vos. Que pobreza querer convertirse en un babuino bufón.
¿Qué veo? Veo una persona frustrada, incapaz de lograr grandes cosas en un estado natural, ya que necesita de un estimulante para ¿disfrutar? Una sustancia la puede ingerir cualquiera, y al parecer, no cualquiera puede disfrutar las cosas sobriamente. Soy como soy. Si tengo la capacidad para hacer algo, será por mi esfuerzo. Si para algo no soy bueno, lo haré como pueda, lo mejor posible. De esta forma, es el orgullo lo que me hace rechazar cualquier forma de atontar mi sistema nervioso central. O lo logro yo, o no lo logro, pero no permito que una sustancia haga el trabajo por mí.

jueves, 6 de agosto de 2009

En lo que la música devino

Mientras navegaba sin sentido por internet, y la música de Atilio Stampone sonaba úfana y prolija, me dieron ganas de escribir. La dulce melodía de algún tema de dicho autor (desconozco el nombre de la canción) encausó mi pensamiento hacia la música. Pensé: "Pucha, tan lindo tema, y es música meramente argentina. Pero ¿Cuántos conocen? ¿Cuántos escuchan algo de tango?". Pero el tango ya no está de moda. En su lugar, las disquerías están pobladas de bandas extranjeras, de ritmos con sabor al cemento de Wall Street. O de bandas nacionales, que tienen reminicencias del cemento de Wall Street. Es lo que vende. Lá música para apreciar, es vista con desdén. Aquella que no puede ser absorvida por inercia, para muchos es algo desconocido. La música se convirtió en ritmos incesantemente repetitivos, en ruidos estentóreos, en consignas hipócritas que atraen seguidores, en mercado, en estrellas histriónicas que cosechan adeptos con sus escándalos. La música se fue desmusicalizando de a poco...