jueves, 26 de marzo de 2009

El cambalache del siglo XXI

Cambalache fue escrito y compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1934. Su letra denunciaba los escándalos de corrupción política y moral en las que se hallaba sometido el país durante la "Década infame". Sin embargo, a 75 años de que ese tango se concibiera, sus postulados parecen más que vigentes, lo que nos hace replantear si alguna vez la década infame concluyó. Dejo aquí ese tango, baluarte de lo que padecemos los argentinos desde hace mucho tiempo...

Cambalache

Que el mundo fue y será una porquería,
ya lo sé...
¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
varones y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente
ya no hay quién lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseaos...
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...

¡Ignorante, sabio, chorro,
generoso o estafador!...
¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón...
¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor!

¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignon",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
contra un calefón.

¡Siglo veinte cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.

¡Dale nomás! ¡dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
No pienses más,
sentate a un lao.
Que a nadie importa
si naciste honrao.
Es lo mismo el que labura
noche y día, como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley.

jueves, 12 de marzo de 2009

Pongo el grito en el cielo

Pongo el grito en el cielo
porque el mundo es siniestro
porque con su estereotipos
plásticos y destructivos
dañan a niñas.
Convierten mentes inocentes
en esclavas autodestructivas.

Me lleno de furia
al ver como la vanidad imponen
como engañan a miles
haciendo creer que la belleza
es más importante que las virtudes.
La televisión irradia banalidades,
sus programas son terroristas
que enferman a las pequeñitas
mostrando una perfección utópica
que lleva hacia una desenfrenada e ilógica
carrera hacia un cuerpo irreal.
Ellos son genocidas,
que trabajan con total impunidad,
ganan millones por su trabajo,
y reciben las primeras tapas en los diarios.

La moda, fría asesina
susurra al oído de las chiquillas
les insufla pesadillas
dicéndoles que son feas
y que nadie las va a querer.
¡Vil y cruel mentira!
El amor no es por lo que se mira
y perdura por toda la vida.
¿Pero cómo competir
contra la voz de las revistas,
de la televisión,
de las publicidades?
Frente a tanta explosión de palabras e imágenes
lo insensato se vuelve creíble.
Y la moda se sonríe,
con sus delgadas y pálidas manos
a ellas las tiene en vilo.

Hoy una niña tiene el rostro sobre su almohada,
sus lágrimas inundaron las sábanas.
Ella no sabe como salir, ni sabe como entró.
Sólo sabe que está prisionera.
Atada.
Ve sus fuerzas menguar.
Ve su alma flaquear.
Se ve horrible.
Está perdida.
Nadie la sabe ayudar.
La moda le murmura: "Es el único camino"
Ella se engaña, y dice que así es.
Le cruje el estómago.
Pero no acepta comer.
Piensa que le va a hacer mal.
Que lo sano la va a empeorar.
Se siente sola.
Lo está.
Es entonces cuando se pregunta:
"¿Cómo llegué hasta acá?"
Pero no tiene la respuesta.
Y llora.
Ya no quiere vivir.


Esto puede ser ficción,
pero no quiere decir que sea irreal.
¿Querés saber por qué ella está ahí?
No es nada más culpa de la televisión.
Por gente como vos y como yo.
Porque los estereotipos aceptamos
y cuando los muestran
no los cuestionamos.
Porque a veces, nuestros tontos comentarios
dañan sensibilidades invisibles.
Porque muchas veces elegimos con los ojos
pero para ver lo que vale somos ciegos.
Es tu culpa.
Es la mía.
¿Vamos a seguir siendo partícipes de un flagelo tan grande?