jueves, 18 de junio de 2009

Suerte

Últimamente llamó mucho mi atención lo que comúnmente denominamos suerte. No creo que exista en si misma, sino que por el contrario, como tantas otras cosas, sólo existe en virtud de que el hombre le a dado un nombre. Quiero decir, lo que llamamos suerte, no es sino una serie de azares. Nadie puede tener más o menos suerte que otro. El azar es caprichoso, no tiene amigos ni enemigos. Simplemente, actúa como lo que es. Y no es más que aquello susceptible a ocurrir de varias maneras, que se revela de una forma determinada, y donde la intervención humana queda limitada. Es, en definivita, lo imprevisible. Sólo habrá que arrojar un dado para comprobar esto. Seis posibilidades, un resultado. A su vez, si arrojáramos de nuevo ese dado, las probabilidades de que nos toque el mismo resultado, se reducirían mucho. Y sin embargo, puede suceder. Y eso es la suerte, no tiene nada de mágico, nada de misterioso. Sólo nos sorprendemos frente a ella, porque el hombre siempre se siente atraído por aquello que escapa de su poder. Y de ahí desarrollamos toda clase de ritos para atraer la "suerte". Suerte que, en si misma, no existe.

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